sábado, agosto 11, 2007

RELATOS DE CAROLINA


Carolina desperto ese día con el frío carcomiendo su nariz. Las frazadas chilotas no habian sido suficientes para capear el frío de aquella mañana de junio. Puso sus pies sobre el piso de madera de su pieza y comenzó su rutina diaria. Sin embargo desde el minuto que abrió los ojos sintió que ese día algo sucedería. Mientras recogía las astillas secas, penso que quizás eran cosas de una mala noche. Prendio la cocina a leña y de inmediato puso agua en la vieja tetera.

Era la mañana del 29, y la comunidad de la isla de Tranqui se preparaba para celebrar el día de San Pedro y San Pablo, día del patrón de los pescadores. Es por esto que Carolina, junto a su madre María y su padre José se prepararon con su mejor ropa para asistir a la sede comunitaria para celebrar junto a sus vecinos.

Carolina puso su vestido blanco, largo, cruzado con un grueso cinturon de cuero que realzaba su cintura y aumentaba su busto. Amarro su pañuelo preferido en su cabeza. Mantenia esa extraña sensación de que algo sucedería.

Salieron los tres con los zapatos en las manos y las botas de goma en los pies. El camino hacia la iglesia estaba muy deteriorado debido a las lluvias del invierno. Al llegar a lugar de celebración, que se encontraba al lado del mar, ya estaban los hombres carneando los corderos y las mujeres rayando las papas para hacer los chapaleles. Carolina saludo a todos y se aislo junto a sus amigas para contarse las nuevas noticias. Después de todo, las distancias en la isla son tan grandes que hacia meses que no tenia contacto con ellas. Caminaron todas juntas hacia la orilla de la playa para disfrutar del mar que a esa hora se encontraba tenue y de baja. Carolina logro olvidar esa sensación de inquietud.

De pronto, a lo lejos, se escucho el relinche de un caballo que corria en una desenfrenada carrera hacia sus cuerpos. El jinete, un desconocido, gritaba a todo pulmón "necesito a Carolina", "quien es Carolina", "vengo a buscar a Carolina".

Carolina busco esconderse entre sus amigas, sin embargo ellas corrieron a hacia la muchedumbre. Asi quedo desprotegida y de frente a el corcel y el apuesto jinete desconocido. Comenzo a correr sin mirar hacia donde, cerro sus ojos y corrio hasta que ya no pudo más. Sorpresa tuvo cuando abrió los ojos y se dio cuenta que estaba caminando sobre el mar, mientras el jinete y el negro caballo la miraban sin entender que estaba sucediendo. Carolina entendio entonces que debia regresar, tranquila, a la orilla. Camino sobre el mar con un pausado y desafiante paso. Al llegar a la orilla se paro frente al caballo sin decir nada. Fue en ese momento cuando saco su cinturon de cuero y con una hábil maniobra rodeo el cuello del equino y logro dominarlo. Se subio detras del jinete y se marcho.


Carolina desperto. La niña de 14 años entonces se dio cuenta del sueño que habia tenido y entendio que esa seria la forma en que conoceria a su futuro esposo.

Relato de la señora Carolina Millatureo Levin, 86 años, habitante del sector de Leutepu, Isla de Tranqui, Chiloé.

martes, agosto 07, 2007

DESPECHO


Malquerencia nacida en el ánimo por desengaños sufridos en la consecución de los deseos o en los empeños de la vanidad.


Y si, pudo el amor ser distinto.


Redes, subterfugios oscuros de realidades dolorosas, que salen a colación de vez en cuando.

Asi las ilusiones desaparecen mientras alguien se burla en una tibia melancolia de astio.

Y que hacer, continuar el camino de la busqueda de aquel olvidado amor, escondido en algun ritual aun desconocido.


Insisto, pudo el amor ser distinto.


Y cuando cae el ultimo acorde de esperanzas, se siente aquel viento que recorre tu recuerdo engañado por el placer egoista y egocentrista.

Maldito ego masculino, porque no fuiste más femenino en aquel momento.

Desesperado y voraz incendio que se alimenta del sentirse deseado, querido y hasta despechado. Increible. Indeseado. Pero cierto.

Y en un paseo de pueblo, me di cuenta del destino.

Destino en sueloo chilote, fiebres de ilusiones de liberadoras de aquel hechizo. Todo mientras no me puedo librar de aquel hechizo.

Lluvia de sal, y dudas sobre lo que he perdido.


Y es cierto, pudo el amor ser distinto.


Es todo lo que puedo recordar, de aquella despedida, de aquel final.

Es todo lo que puedo recordar de aquel inicio, de aquella puerta abierta a un nuevo empezar.

Se solto la mirada en un adios y se abrieron las manos para un recibir nuevo.


Puede el amor ser distinto.