viernes, octubre 12, 2007

DIEZ PRIMEROS

9 de Octubre de 1977. En la sala de partos del Hospital José Joaquín Aguirre una pareja de internos de medicina inician la dura tarea de ser padres. El, hijo de padre médico y madre dueña de casa, era el único hombre de 3 hermanos, dos de ellas mujeres. Ella, hija mayor de 7 hermanos de padre técnico agrónomo y madre dueña de casa. Además la única de la familia que decidió quedarse en Chile luego del 11 de septiembre de 1973. Toda su familia, que vivía en Punta Arenas, tuvo que salir con destino a Dinamarca huyendo de la represión militar.


Mientras en la clandestinidad un grupo de estudiantes realizaba un homenaje al cumplirse los 10 años del asesinato del Che Guevara, el entorno de amigos de esta pareja iniciaba la celebración del nacimiento del primer niño de aquel compacto grupo de futuros médicos. Fue un parto normal sin incidentes por lo que el niño quedo con su madre de inmediato, mientras él padre salía con un compañero de carrera a darle la noticia a todos los compañeros de curso. El niño mucho tiempo después se enteraría que aquella noche su padre se paseo por varias casas de amigos anunciando el nacimiento de Gonzalo Ernesto, acompañando a la noticia con un buen vaso de alcohol. Al otro día va al hospital a visitar a su mujer y a su recién nacido hijo, y a pasar la caña de la celebración. Primera historia que contar para el novel individuo.




Los dos primeros años de vida fueron entre la Escuela de Medicina, el mítico casino de la Laurita y la casa del centro de Santiago. Una vez que sus padres terminaron la carrera decidieron ser consecuentes con la idea de ser servidores públicos y se destinaron como médicos generales de zona al pueblo de Curanilahue. Ahí se forjaron los primeros recuerdos del niño. Los cuentos que su padre le contaba al hacerlo dormir, inolvidables personajes que recorrieron su imaginación y fueron transmitidos al cerebro del pequeño. La jirafa Pirula, el elefante Tun-Tun y el Ratón Sin Cola rellenaban el previo sueño del niño. Fue en las tierras del carbón donde le dijeron un día que iba a tener un hermano. Así se iniciaron los viajes con su madre a Concepción para hacer sus controles prenatales. Ahí aprendió de ella la sensibilidad, el conocimiento de las letras y comió aquellos panes con queso derretido que nunca más pudo saborear. El 20 de Agosto de 1979 nace su hermano Manuel Enrique, con una enfermedad que lo mantiene hospitalizado por largos días en el Hospital Higueras. Es quizás la primera gran pena de Gonzalo Ernesto, sus cortos casi 2 años no permitían entender porque su madre ya no estaba solo para él.

Quizás una de las cosas que más quedo en el recuerdo fue la labor de sus padres. Los recuerdos de batas blancas, salidas de noche a atender a los heridos de la explosión de la mina, y claro, aquel edificio que se convirtió en la segunda casa, el Hospital.


Un día cualquiera, sin que recuerde algún aviso, vino un camión gigante y se llevo todas sus cosas a la gran ciudad de Santiago. Sus padres volvían a la capital para hacer su beca de especialización. El seguiría cirugía y ella pediatría. La llegada a Santiago fue extraña porque era todo demasiado grande e impersonal. Comenzó a relacionarse con sus abuelos paternos. Los fines de semana en casa de los abuelos comiendo comida china y regaloneados por el cariño del Tata y la Lela. Fijo en su cabeza quedo la imagen del tata sentado en la mesa del comedor jugando cartas solo. Por horas.

Y vino el momento de entrar al Colegio. El elegido fue el San Juan Evangelista, colegio católico pero que respeto la opción de los padres del ateismo. Además se caracterizo por recibir a muchos hijos de los primeros retornados del exilio. El primer día de clases fue tremendo. El llego con el típico delantal blanco que usaba en la escuela de Curanilahue. Fue ahí cuando recuerda su primer gran ridículo: todos sus compañeros usaban cotona café claro. Era el único del colegio que usaba bata blanca. Años después sus compañeros recordaran aquel día y la impresión que les dio su madre quien lo fue a dejar a la misma sala de clases con un poncho mapuche y un cintillo con trenzas en el pelo. Desde ese minuto quedo bautizado por toda etapa escolar como el Huaso Cárdenas.




El año 1984 nace la primera hermana de la familia, la Claudia Alejandra. El eligió el nombre de la hermana recordando a su primer amor de pequeño del jardín infantil. La menor nació también con un problema de salud por lo que también su madre le dedico primordial atención. Eso tampoco logro entenderlo a esa edad.

Los años en Santiago continuaron entre el colegio, los cacerolasos y los días de protesta. Sus padres trabajaban mucho y los niños quedaban en cuidado de la nana. Yanet era una mujer de confianza, dejo su natal Laraquete para ir a la capital con sus patrones.


Es por esos años en que por primera vez desde al año 73 que sus abuelos maternos y un tío vuelven a Chile. Es el primer recuerdo de aquellos desconocidos personajes que fácilmente aprendió a querer y a extrañar.


Conoció la pena de la muerte en septiembre del año 1987. Se despertó en cama de sus padres con su madre al lado. "Niños el tata a fallecido". El funeral fue la primera vez que vio a su padre llorar, estaba tomado de la mano de él, y la apretaba con fuerza, como queriendo transmitirle al amor que no podía decirle en palabras. Día negro.



Ese mismo año, en el mes de diciembre ocurrió un hecho que marco el resto de sus días. Luego de haber alojado en casa de un amigo compañero del colegio, el padre fue a buscar a Gonzalo para llevarlo de regreso a su casa. Al llegar ambos padres juntaron a los 3 niños en la pieza de ellos. Ahí él hablo por los dos y les contó que habían decidido separarse. Gonzalo se dio cuenta mucho antes que es lo que iba a escuchar y estallo en llanto. Una vez terminada la conversación, vio alejarse a su padre con dos bolsas negras en sus manos para no verlo regresar jamás a vivir con ellos.

La vida continuo entre la pena de su madre, la mezcla de rabia, sensación de abandono y los fines de semana compartido, uno con su madre y otro con su padre. Si antes de que se separaran veía poco a su padre ahora la presencia paterna se redujo a los fines de semana cada 15 días. Junto a su hermano hacia su pequeño bolso comprado especialmente para la ocasión y metía adentro toda su ropa y todas sus frustraciones que no atrevía a decir a su padre. Se acumularon por años en aquel bolso.


Asi pasaron los 10 primeros años de vida.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

que bello...

Anónimo dijo...

wena loco debo reconocer que el escribir en tercera persona lo manejas a la perfeccion me mantuviste entretenido con tu relato a ratos un poco meloso pero bien me gusto ... paseate por mis fotolog ...
y bueno te dejo una dire con fotos de la aventura ..http://jchavezb.hi5.com
Abraços socito cuidate mucho!!
J.

canastafamiliar dijo...

Hola Danielo, lavidaesbellayencolores hermano

o no?

canastafamiliar dijo...

Y cuando encuentras esa weá te das cuenta de que la muerte y la quebrá del ají son la misma cosa.

canastafamiliar dijo...

Te tomaste en serio mi ENTRADA campeón. No todo el relato sigue una lógica lineal, por ratos su principal característica es justamente carecer de ella.Sin embargo, siguiendo un poco tu idea, que en parte fue mia al momento de relatar, yo me desharía de la dicotomía y hablaría de una dialéctica vida/muerte, que está ciertamente dejada de lado, tú como médico eres responsable de eso también :P, y ala madre la ubicaría en un sitial más alto junto a la naturaleza, en un plano donde vida y muerte no aparecen como diferenciadas y entonces queda más hablar solo de existencia.

Dios debiera decirse en femenino.

canastafamiliar dijo...

que le hiciste a mi prima campeón culiao!!

donde estan?

no hay blogs renovados
no hay respuesta al mail
que chucha está pasando
será que estoy chupando

Anónimo dijo...

colega muy entretenida su manera de escribir, me acorde de mi infancia en cañete, lograste emocionarme
felicitaciones
rodrigo vallejos