jueves, junio 26, 2008

IMPLICITO


La propia conciencia es quien le manda señales desde los inconciente para que aquel hombre sepa lo que tiene que hacer.


Camina bajo la lluvia chilota como si esta no mojara. La naturalidad de sus pasos bajo aquel diluvio le da una imagen segura y ruda frente a los ojos de un extranjero o de un visitante no isleño. Es quizás porque aquella lluvia se repite cada cierto tiempo dentro de si, que la que moja sus cabellos no parece importarle. Y cada vez que sucede eso, desde la inconciencia aparece aquel paraguas de racionalidad que es capaz de secarlo, de calentarlo por dentro y sanar mediante diversas formas las consecuencias de aquel diluvio interno.


Mira hacia ambos lados, las formas humanas corren a refugiarse de lo que a él le produce un efecto liberador grotesco y ridículo a los ojos ajenos. No importa, ya no importa.


Y así vuelve, vuelve a si mismo. Vuelve a tomar aquella decisión que tomo tantas veces, que ya ni el mismo se cree, que no es capaz de hablar con nadie, que no es ni siquiera capaz de entender, que la siente necesaria pero no tiene la suficiente fortaleza y valor para hacerla efectiva. Sabe que es producto de aquel diluvio, sabe que ya saldrá el sol, que se volverá a encontrar frente a aquella imagen seductora que le quita el habla. Sabe que aunque la razón quiera y la distancia provoque, esto no acabara mientras dure.


Y así se repite el ciclo, tal como aquel diluvio se volverá a repetir el próximo invierno. Y como aquel sol secara las pozas que queden el siguiente verano.

3 comentarios:

canastafamiliar dijo...

cuando la lluvia imaginaria también sea terapéutica, cuando encerrado en una habitación día tras día puedas seguir siendo cuerdo, cuando viajar sea un trámite y salir al patio un gran viaje...

bebyta dijo...

lindo seria que la lluvia pudiera borrar algunos pasados, que los malos recuerdos sean como la lluvia que siempre se va, porque siempre llueve diferente

gracias, por hacerme ver lo cobarde que puedo ser en alguna vez y lo fuerte en que soy por seguir adelante.

gracias por hacerme creer que los sueños aun no se terminan y que soy parte importante en cada uno de ellos

Anónimo dijo...

Aveces el amor es egoista, participa de esa clase de egoismo humano que frecuenta la muerte de algún querido, así también es el desamor.
La muerte nos duele en el ego, en esas ganas de decir cosas inconclusas, de quizas haber podido dejar ir con nuestra pérdida todo aquello que quisimos decir, que quisimos hacer, y quedar en paz con nosotros mismos. Queremos quedar en paz con nosotros mismos, pero finalmente entonces lloramos por nosotros, por nuestros corazones impacientes, por nuestras cosas inconclusas. No queremos perder, nunca queremos perder.
Cuando perdemos un amor no tenemos donde efocar nuestros caprichos, y perdemos un hilo conductor que nos parecia seguro. Y lloramos por nosotros, porque la pérdida no se llevo todo lo que queriamos.
Pero ya va 1 vez y van 2 y van 3, y no puedes seguir aferrandote a la imagen de siempre, ayudala a bajar del altar en que la pusiste, porque nisiquiera ella sabe como. Puedes llorar con la lluvia, porque para eso ella es buena compañera, puedes contarle a los mares porque se llevaran tus palabras antes de que lleguen los ecos, y cuando te des cuenta de que aprendiste a recordarla, entonces sabras que has olvidado.